Un día
apacible y tranquilo
en la ciudad,
con un poco
de viento pero,
muy poco. Caminando por
las calles vi
una librería. Decidí
acercarme. Parecía abandonada
por la apariencia
que daba por fuera.
Entré y vi
un montón de
baratijas, papeles y demás. Pregunté con
una vocecita baja:
-¿Hay alguien
aquí?
Que se
haga mostrar, soy totalmente
inofensiva.
Salió de
debajo de unos
trozos de madera,
una mujer que
contestó a mi
pregunta lo siguiente:
-Si se
te ve que
eres totalmente inofensiva.
-Disculpe,
¿esta librería sigue
abierta? Y si
lo está, ¿tiene algún
libro que resulte interesante
de leer? Pregunté.
-Pues sí,
esta librería sigue
viva, pero como nadie viene, estoy
pensando en cerrarla.
Me respondió con
gran lástima.
Pero tú
vas a ser
la que se
lleve el ejemplar
que más aprecio. Me
respondió.
-¿Cuál es
ese preciado libro? ¿Hay
que pagar por
él? Le dije con
ansiedad.
-No sé
si te lo
puedo vender.
Esa mujer
me cogió del brazo
y empezamos a caminar
hacia una cafetería
cercana y solitaria.
Ella me
dio el libro
y me dijo
lo siguiente:
-Si no
te molesta me
gustaría que leyeras
un poco de
este libro que
querías.
Yo asentí
con la cabeza. Y
ahí comencé mi
lectura.
-``El mundo
gigante de los
postres.´´ Este maravilloso mundo
tiene como edificios
unos gigantes postres,
donde incluyen hasta
tartas, piononos y galletas para
el café. Los
habitantes de este
delicioso son del
mismo color que
su postre preferido: naranja, verde, rosa, amarillo,
negro, chocolate… Ellos son gente
pacífica y benévola. Visten, como
gente normal, pero su
manía y costumbre
es de llevar
un sombrero con
el nombre y
el postre que
a ellos les
gusta. Y lo malo
de esto es que tienes
que llamar a
esa misma persona
por ese mismo
nombre.
Me quedé
callada hasta que
la señora preguntó con
curiosidad:
-¿Ya has
terminado de leer
la primera página?
¿Puedes llegar a
entender lo que
dice? Dijo con
algo de angustia.
-Sí, la
primera página sí, me
parece tan interesante
este ejemplar…
-Ya veo…
pues al poder
leerlo creo que
eres merecedora de tener
el volumen de
tus manos. Dijo con
alegría.
Yo
sin creerlo todavía
me fui a
mi casa sin
decir ni pio.
Cynthia Ibáñez
Gálvez 5º A
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