lunes, 22 de abril de 2013

El aro mágico

     Hace muchos, muchos años, en una bonita ciudad de la Época Medieval, había dos grandes amigos; uno se llamaba Waldo, y la otra, Jimena. A los dos les encantaba ir a dar grandes paseos por el bosque, y subirse a los hermosos árboles que allí se encontraban.
     Un día fueron juntos al bosque. Mientras iban de camino a la Cascada de los Sueños, Waldo tropezó y estuvo a punto de tirar a Jimena, que iba delante.

-¿Estás bien?-le preguntó Jimena a Waldo.
-No del todo. Creo que me he torcido el tobillo.
-¿Qué es esto?-dijo ella cogiendo algunos objetos del suelo.
Jimena tenía en sus manos, un aro lleno de barro, junto con dos plumas. No se podía saber de qué colores eran.
-¿De quién o qué pueden ser?-dijo Waldo con voz entrecortada, a causa del dolor.
-No tengo ni idea, si quieres que te diga la verdad.-le respondió su amiga-Vámonos a la cascada. Así podré limpiar estas cosas, mientras te echas agua fría en el pie.

-Buena idea.
     Al limpiar las plumas, vieron que eran completamente blancas. No podían ser de ningún pájaro ni animal de la zona. El aro era de color dorado, y formaba un resplandor muy hermoso al ponerlo al sol. A Jimena le daba la impresión de haberlo visto antes, pero no sabía ni donde ni cuando. Waldo empezó a jugar con el aro. Este empezó a brillar, y se puso, como si fuese una corona, en la cabeza de Jimena. Entonces, ella empezó a recordar momentos de su infancia:

"Vio la imagen de un niño de unos ochos años, que le decía :

-Vengo del Reino de las Nubes, un lugar más allá del horizonte."
Notó que alguien le quitaba el aro de la cabeza. Era Waldo.

-¡He empezado a ver un camino cuando se te ha puesto el aro en la cabeza!-dijo Waldo que, cojeando, empezó a empujarle-¡Vamos, vamos!

-Vale, pero no me empujes.-contestó Jimena.
Después de un buen rato andando sin parar, encontraron a una niña de rodillas al lado de otro niño inconsciente.
La niña iba vestida de color celeste, tenía el pelo de un color muy extraño, rubio, con mechas azules, muy liso. De su espalda, salían dos grandes alas de plumas blancas, y sobre su cabeza, flotando, había un aro de color dorado. El niño estaba en la oscuridad y solo se le podían ver unos zapatos marrones.
Jimena se acercó a la niña y le dijo:

-¿Quién eres? ¿Te podemos ayudar?
La niña le miró con sus grandes ojos azules y le respondió:
-Soy Luna, encantada de conocerte Jimena.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Emm, es que soy... un ángel; por eso lo sé. Aunque ¿podrías ayudarme?
-Quizá-respondió Jimena.


       Luna le dijo a los dos amigos que se acercaran, y vieron al niño.

-Hemos sufrido un ataque y ha resultado herido. Ha perdido su aro y sus alas han desaparecido.
-Nosotros tenemos un aro y dos plumas blancas, quizá sean suyas-dijo Waldo mientras le enseñaba al ángel, los objetos que habían encontrado .
       La chica, cogió las plumas, y se las púso en la espalda de su amigo. De repente, salieron dos grandes alas de donde ella había puesto las plumas. El aro voló y volvió a flotar sobre la cabeza del chico, que abrió los ojos de golpe. Jimena volvió a recordar. Aquel chico la había salvado de un horrible dragón que quería llevársela a su guarida.

-¡Gabriel!-dijo Jimena con asombro.
-¿Dónde estoy? ¿Qué hacéis aquí?-contestó el niño desconcertado.
-Gabriel, sé agradecido, te han salvado la vida-dijo Luna.
-Es de noche, deberíamos volver a la casa.-dijo Jimena.
-Si sois huérfanos, podéis venir con nosotros- dijo Gabriel.
-¡Vale!-dijo Waldo antes de que dijese algo Jimena.
Y así, fueron todos al Reino de las Nubes y...
          Bueno, eso ya es otra historia.
                                                        Alba Bonillo López 6º B


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